sábado, 26 de noviembre de 2016

El interrogatorio


¿Cómo se llama?
—Porfirio.
¿Quiénes son sus padres?
—Antonio y Margarita.
¿Dónde nació?
—En América.
¿Qué edad tiene?
—Treinta y tres años.
¿Soltero o casado?
—Soltero.
¿Oficio?
—Albañil.
¿Sabe que se le acusa de haber dado muerte a la hija de su patrona?
—Sí, lo sé.
¿Tiene algo más que declarar?
—Que soy inocente.
El juez entonces mira vagamente al acusado y le dice:
—Usted no se llama Porfirio; usted no tiene padres que se llamen Antonio y Margarita; usted no nació en América; usted no tiene treinta y tres años; usted no es soltero; usted no es albañil; usted no ha dado muerte a la hija de su patrona; usted no es inocente.
—¿Qué soy entonces? —exclama el acusado.
Y el juez, que lo sigue mirando vagamente, le responde:
—Un hombre que cree llamarse Porfirio; que sus padres se llaman Antonio y Margarita; que ha nacido en América; que tiene treinta y tres años; que es soltero; que es albañil; que ha dado muerte a la hija de su patrona; que es inocente.
—Pero estoy acusado —objeta el albañil—. Hasta que no se prueben los hechos, estaré amenazado de muerte.
—Eso no importa —contesta el juez, siempre con su vaguedad característica—. ¿No es esa misma acusación tan inexistente como todas sus respuestas al interrogatorio? ¿Como el interrogatorio mismo?
—¿Y la sentencia?
—Cuando ella se dicte, habrá desaparecido para usted la última oportunidad de comprenderlo todo —dice el juez, y su voz parece emitida como desde un megáfono.
—¿Estoy, pues, condenado a muerte? —gimotea el albañil—. Juro que soy inocente.
—No; acaba usted de ser absuelto. Pero veo con infinito horror que usted se llama Porfirio; que sus padres son Antonio y Margarita: que nació en América; que tiene treinta y tres años; que es soltero; que es albañil; que está acusado de haber dado muerte a la hija de su patrona; que es inocente; que ha sido absuelto, y que, finalmente, está usted perdido.

1945


PIÑERA, Virgilio. Extraído de Un fogonazo, 1987