jueves, 30 de julio de 2015

Otros espejos

Él se asustó cuando a ella empezaron a sudarle las manos una tarde en que se besaban en el cine. Le pareció excesivo que lo esperase de madrugada a la puerta de su apartamento, soportando la humillación de verlo venir riéndose y abrazado a otras. Lo incomodaba que se hiciera la encontradiza en los bares, que le montara escenas de celos que espantaban a sus amigos. Casi la despreció cuando ella se le arrodilló en mitad de la calle —los coches pitaban, divertidos o indignados— jurándole fidelidad eterna (y lo hizo muchas veces). Cuando él, entre curioso y halagado, dejó de tenerle miedo y le dio el sí, ella se echaba a llorar cada vez que lo hacían, lo que a todas luces se le antojaba excesivo. Y aunque se fueron a vivir juntos, él siguió contemplando con distancia e ironía sus manifestaciones de pasión, y no perdía oportunidad de martirizarla con sarcasmos, hasta que, cansada o convencida, ella comenzó a aceptar las ideas de él, a hacer suyos los razonables discursos sobre los intereses compartidos de aquello que los unía, de modo que se centró en sus estudios y encontró trabajo, un puesto exigente que la mantenía lejos todo el tiempo, y eligió su propio círculo  de amistades, de la misma manera que ya había empezado a decidir cómo vestirse sin consultarle, mientras él iba volviéndose hogareño y sentimental y a menudo se quedaba mirándola en silencio, presa de una indecible ternura, y no había fin de semana que no le escondiera por los rincones del hogar alguna sorpresa, algún regalo, algún detalle. En una ocasión ella le anunció que se marchaba de viaje con unos amigos; que le apetecía, y que no debía poner ningún impedimento. Otro día se despidió sin darle un beso; al siguiente lo saludó de vuelta con una mirada distraída. Su sentimiento crecía con cada nueva manifestación de desapego, y aunque al principio, por abnegación y orgullo, se mantenía callado, no tardó en expresarle su decepción y en aturdirla con letanías que a ella le resultaban francamente fastidiosas. Ella se alejaba, se alejaba, y él acudía a espiarla en secreto a la salida del trabajo, soportando la humillación de verla aparecer rodeada de hombres. Una noche, desesperado, le dijo que la necesitaba, y ella se echó a reír con una mueca descreída. Por la mañana se cortó mientras se afeitaba y dibujó con la sangre un corazón traspasado en el espejo del cuarto de baño, y cuando ella miró el espejo llena de asco y miedo y desdén, él pensó, con la maquinilla todavía en la mano, que el cielo en un infierno cabe, y que todo el sufrimiento del mundo era bien poca cosa comparado con la intensidad de su amor.



Cuento extraído de: Jesús Ortega, Calle Aristóteles, Cuadernos del Vigía, 2011.


Guillermo Pérez Villalta - Las lágrimas de Narciso (2006)

sábado, 11 de julio de 2015

Hot Girls Wanted: Tressa


I like looking at people’s lives over a number of years without continuity. Like catching them in snapshots. And I like the way people relate, or don’t relate, to the people they were earlier.... I think this is why I’m not drawn to writing novels. Because I don’ see that people develop and arrive somewhere. I just see people living in flashes. From time to time.
(Me gusta contemplar la vida de la gente a lo largo de una serie de años sin continuidad. Como si los captara en instantáneas. Y me gusta la forma en que la gente guarda relación o no con quien era anteriormente..... Creo que esa es la razón por la que no me atrae escribir novelas. Porque no veo a la gente en un desarrollo que llega hasta algún lugar. Sólo veo a la gente viviendo a fogonazos. Entre un momento y otro).
 Alice Munro. Hancock, Geoff, “An Interview with Alice Munro”, Canadian Fiction Magazine, 43 (1982)

¿Qué pasa en una chica de pueblo, castigada a vivir una vida que no ha elegido, en un lugar que la condena al anonimato y a la monotonía para siempre, en un lugar sin posibilidades, sin opciones?
El documental Hot Girls Wanted recrea una de las alternativas que tienen estas chicas sobre todo en EE.UU. 
"Hot Girls Wanted" es una de las búsquedas más recurrentes en los portales porno. Son chicas amateur, que comienzan la andadura en la industria. Según el documental, las chicas van en busca de dinero y sexo.
El seguimiento que hace el documental sobre una de las chicas en concreto es muy interesante. Es un cuento de Alice Munro traído a la realidad del siglo XXI, del siglo de la tecnología e internet. 


No la echaron, pero de todas formas dejó el trabajo. Pensó que esto era lo mejor, ya que ella y Cottar habían previsto cambios para el futuro. Kath pensó que tal vez uno de esos cambios fuera un bebé. Tenía la impresión de que la vida, una vez se acababan los estudios consistía en una sucesión de nuevos exámenes que había que aprobar. El primer examen era casarse. Si una no lo había superado al cumplir los veinticinco años, ese examen habría sido, se mirara por donde se mirase, un fracaso. (Kath siempre firmaba como “la señora de Kent Mayberry” con una sensación de alivio y moderada euforia.) Luego venía lo de tener el primer bebé. Esperar un año antes de quedar embarazada era una buena idea. Esperar dos años era un poco más prudente de lo necesario. Y si pasaban tres años la gente comenzaba a extrañarse. Luego, antes o después, llegaba el segundo bebé. Después de eso, la progresión se volvía borrosa y era difícil estar segura de si una había llegado a dondequiera que fuera que estaba yendo.
(Alice Munro, "Yakarta")


Chica joven americana, nacida y criada en un pueblo pequeño, es en el instituto la capitana del equipo de animadoras. La chica, que acompaña a su padre a cazar ciervos y aves, es inteligente, mucho, y comienza a detestar la trampa en la que vive. El espacio vacío que es su pueblo para dar salida a su potencial. Sus compañeras de instituto abandonan la virginidad con 13 y 14 años. Ella, a los 16 lo hace por primera vez con un chico al que "ama". El chico la abandona un mes después. Aquí parece comenzar la inflexión. El abandono en la adolescencia del que ha creído que era (ha alzado como) la salvación para el cepo que la ata, desata una urgencia mayor por escapar de la prisión. El resto del documental no tiene más importancia: busca cómo, se va, tres meses, un novio nuevo, deja el porno, se va con el novio y busca un trabajo en un restaurante. Final feliz, bla bla bla.

Tressa necesitó de esa experiencia para saber que hay más modos de salir del agujero. Tressa necesitó el Abuse Facial para entender qué es el asco. Tressa necesitó 2500 dólares por tres películas bondage para saber que quería parar. Tressa volvió a casa, les contó a sus padres y todo tan americano como el entendimiento y el apoyo. 

El documental adolece de americanismo en muchos casos pero rescata un sentimiento universal: el de escapar de una vida que de tan organizada aburre, que de tan estructurada deja sin opciones y sin libertad a nadie, que de tan idiotizada destruye la razón.

No se puede pedir al documental mucho más, hace su función que es, supongo, mostrar cómo llegan las chicas allí y cómo en algunos casos salen, en otros las echan, en otros no. Pero se agradece que presten atención a la vida de Tressa.


Cartel de Hot Girls Wanted de Jill Bauer y Ronna Gradus. 2015.

Escribo esto porque no sé qué tipo de cosas me han conmovido del documental. He leído alguna mala crítica y es posible que lleven razón. Sin embargo, cada uno, imagino, acaba por prestar atención a aspectos que son propios, a dolores absolutamente personales. La cinta me llamó la atención por la narración acerca de las chicas y el sexo y, sobre todo, por esta frase que aparece en la sinopsis: "una de esas chicas, deseosa de dejar la vida de pueblo pequeño en busca de la libertad". Sin embargo, según pasaban los minutos, los abusos ("una vez allí no sabía si podía decir que no, pero nadie me había dicho que iba a ser violada hasta entonces"), la indecisión, la inseguridad... han vuelto el documental casi como un relato intimista, un juego de realidades.