viernes, 30 de mayo de 2008

¡¡Hasta aquí!! (II)




Hoy, más determinaciones... pero como después de tanto acontecimiento, tantas emociones y tanto pensar y pensar, no me quedan ganas de escribir, pues aquí dejo una canción de Pereza. Dejo escrita la letra porque es eso todo lo que es hoy...






No necesito velocidad,
solo mas viento, surfear,
la ola que nos sacudió
y nos escondió en algún mar.

Con esto tiempo cualquiera
está en el momento, en el lugar,
siempre soñamos que vuelva a pasar
y yo …que no ocurra más.

Cuando te tengo cerca
algo de mí se aleja,
de nuevo esa tristeza
que rompe en mi cabeza.
Que rompe en mi cabeza
de nuevo esa tristeza.
Que rompe en mi cabeza
de nuevo esa tristeza.

No necesito mediocridad,
no quiero armas, no quiero paz,
ni más escenas en la puerta de algún bar.
Vale ya.

Si me permito desafiar
cuando me salga, cuando te va.
Nunca pensamos que fuera acabar,
y hoy como pudo empezar.

Cuando te tengo cerca
algo de mi se aleja,
de nuevo esa tristeza
que rompe en mi cabeza.
Que rompe en mi cabeza
de nuevo esa tristeza.
Que rompe en mi cabeza
de nuevo esa tristeza.
Cuando te tengo cerca
algo de mi se aleja,
de nuevo esa tristeza
que rompe en mi cabeza.
Que rompe en mi cabeza
de nuevo esa tristeza.
Que rompe en mi cabeza
de nuevo esa tristeza.

miércoles, 28 de mayo de 2008

¡¡Hasta aquí!! (I)


Enamorarse está muy bien, sí. Y no solo enamorarse... todos esos sentimientos maravillosos de paz y armonía con el prójimo están sumamente bien. Pero una cosa es tener sentimientos buenos hacia los demás, desear lo mejor, estar ahí, autoconvencerte de que actuar con bondad es la mejor forma de devolver una traición (sí, he llegado a pensar eso...); y otra cosa muy distinta es hacer el tonto. A ver, se acabaron las estrategias.
Llegué a un punto (y estoy escribiendo en primera persona, y no en segunda como hago en el blog) en que planeé una serie de estratagemas para cerrar una página que se me hacía cuesta arriba. Esos planes estaban dirigidos básicamente a no hacerme daño ni a corto ni a largo plazo, así que debían evitarme el dolor de la ausencia inmediata, pero también debían hacer que me acostumbrase a una separación real. Bien, han servido quizá para lo primero, en aquel momento no lo pasé mal, en aquel momento ni siquiera sentía... pero, por el contrario, no me han ayudado a asimilar nada, y eso solo se ha debido a que he sido tan tonta de ir sustituyendo unos sentimientos por otros, y ahí me he quedado: en el mismo sitio.
Pero ¡¡¡hasta aquí!!! Y hablo totalmente movida por la Ira. Hablo con absoluta convicción de que estoy siendo poseída por la fatal y desagarradora sed de "estrangulamiento" (para ser más exactos con la imagen que se me forma en la cabeza). Porque no creo que nadie pueda decirme que la paciencia sea infinita. Nadie podrá asegurar que el más noble de los sentimientos no pueda ser reemplazado de la noche a la mañana por un odio extremo. Todo gracias a la ira.
Y me arrepentiré de esto cuando recapacite y me vuelva a invadir el sentimiento de culpa por todo el agradecimiento acumulado, pero, sinceramente, el agradecimiento no puede vetarme siempre todas las pasiones del alma, y después de esta semana puedo decir sin vacilar que ¡¡hasta aquí la flaqueza!!
Ahora, sin hablar solo de mí: 'A perturbación ciclónica en el seno ambiental, rostro jocundo' :-). Vamos, que 'al mal tiempo, buena cara'. Que si tenemos un 'no' por un camino, tendremos mil caminos más con 'síes'. Que las relaciones que se complican, las que se acaban resintiendo de una falta absoluta de sinceridad y complicidad, a las que les falta confianza, esas, esas no merecen ser relaciones, rebajarlas a un nivel inferior, como poco rebajarlas a un nivel no trascendente en tu vida. Que quede claro que lo que no te aporta nada bueno, no vas a dejarle que te aporte nada malo, así de lógico: aplastante.
Porque para problemas: la vida. Para comernos la cabeza: la literatura.

viernes, 23 de mayo de 2008

Los rivales



Un desafío concertado a sable con punta, filo y contrafilo. Dos caballeros frente a frente, al atardecer, sin padrinos, médicos ni público. Sólo el juez de campo los ve lanzarse a fondo, sortear las acometidas, romper saltando en retroceso. Son buenos esgrimidores, de movimientos elegantes y parejo dominio, se conocen, se respetan, se han batido con frecuencia, azuzados por padrinos indignos que intentaban hacerles un cartel de duelistas. Hoy, una vez más, desean zanjar dignamente tan enojoso asunto. Pero ninguna estocada pone fuera de combate a los adversarios, unos rasguños a lo sumo, una caída, una rotura de arma, un cuerpo a cuerpo. Tampoco en esta ocasión se resuelve el lance. Cansados, aplazan el cruento ajuste, confraternizan. El manco, con la vieja camisa zurcida a la vista, parece menos hosco, más frágil y melancólico. El inglés, de temperamento lenguaraz y desenvuelto, se despide con ampulosos ademanes. Cien años después, en el mismo lugar, los dos caballeros descienden de sus landós e intercambian corteses saludos. Una niebla helada desdibuja los perfiles del prado. El juez mide el terreno, procede al sorteo, lee las actas, les entrega las pistolas de cañón rayado. A veinte pasos, con las armas en guardia alta, esperan la orden de fuego. Apuntan durante treinta segundos. Aprietan el gatillo: los tiradores permanecen en pie tras las detonaciones consecutivas. Un proyectil ha silbado sobre el manco y aún humea el impacto del plomo a los pies del inglés. Sin menoscabo de su insuperada reputación, con objeto de poner fin a esta absurda rivalidad en la que nadie ha recibido ofensas, los dos gallardos contendientes, Miguel de Cervantes y William Shakespeare, volverán a comparecer una y otra vez en el campo del honor.


miércoles, 21 de mayo de 2008

Me basta así

Después de leer y oír, y hablar y pensar mucho sobre el amor estos días, he llegado a una conclusión salomónica: hay miles de conceptos de amor, dependiendo del momento, la persona, la intensidad e, incluso, la situación.
Si estás en pareja desde hace poco, el amor es de una intensidad adecuada, te permite estar en un halo de felicidad pero no desbordado.
Si estás en pareja desde hace mucho, pues el amor pasa a baja intensidad... ese amor que queda en cariño, complicidad, ternura (que está mal visto, pero que hay quien se daría con un canto en los dientes si lo tuviese).
La gran intensidad se da cuando estás enamorado de alguien a quien a penas conoces, y que en la mayoría de los casos no tiene ni idea de que tú existes, o de lo que tú sientes. Si empieza una relación aquí, la intensidad va bajando progresivamente.
En la otra zona de la palestra, los no correspondidos. Los no correspondidos que no quiere decir que no estén en pareja, que a veces ocurre. La no correspondencia tiene el inconveniente de que la película romántica se monta solita en la cabeza del enamorado, y, lo siento, pero eso no es amor, aunque nos sintamos muy muy bien amando (aunque sea así). Yo sé bastante de este, por fortuna para mí, que he aprendido como nadie en tan pocos años.
En fin, luego está el desamor, cuando se acaba. Si se acaba en ti, genial, el nuevo paso: acostumbrarse a no estar enamorado, fácil. Lo difícil es que se acabe en la otra persona... puf. Ahí... intenta asimilar que has dejado de ser el epicentro en la vida de alguien! Ardua tarea...
Lo que está claro, es que amar lo que se dice amar es difícil. Que mantener la fidelidad (sentimental) es lo más sencillo del mundo en estado de intensidad infinitesimal. Que la amistad no acaba sustituyendo una relación amorosa. El amor duele siempre.
Esta es mi reflexión de hoy, puede que no sea ni siquiera lo que pienso, puede que solo sea la compilación de idea por pensar y pensar y que te hagan pensar por fuerza... Ahora sí, puede que haya muchos sentimientos que pensemos que son amor y que, en realidad, no lo sean, pero hay algunos que no dejan lugar a dudas...:


ME BASTA ASÍ


Si yo fuese Dios
y tuviese el secreto,
haría un ser exacto a ti;
lo probaría
(a la manera de los panaderos
cuando prueban el pan, es decir:
con la boca),
y si ese sabor fuese
igual al tuyo, o sea
tu mismo olor, y tu manera
de sonreír,
y de guardar silencio,
y de estrechar mi mano estrictamente,
y de besarnos sin hacernos daño
—de esto sí estoy seguro: pongo
tanta atención cuando te beso—;
entonces,
si yo fuese Dios,
podría repetirte y repetirte,
siempre la misma y siempre diferente,
sin cansarme jamás del juego idéntico,
sin desdeñar tampoco la que fuiste
por la que ibas a ser dentro de nada;
ya no sé si me explico, pero quiero
aclarar que si yo fuese Dios, haría
lo posible por ser Ángel González
para quererte tal como te quiero,
para aguardar con calma
a que te crees tú misma cada día
a que sorprendas todas las mañanas
la luz recién nacida con tu propia
luz, y corras
la cortina impalpable que separa
el sueño de la vida,
resucitándome con tu palabra,
Lázaro alegre,
yo,
mojado todavía
de sombras y pereza,
sorprendido y absorto
en la contemplación de todo aquello
que, en unión de mí mismo,
recuperas y salvas, mueves, dejas
abandonado cuando —luego— callas...
(Escucho tu silencio.
Oigo constelaciones: existes.
Creo en ti.
Eres.
Me basta).

Ángel González.

martes, 20 de mayo de 2008

No hasta el fin del mundo

Al despertar todo estaba tan oscuro como en su sueño. Se aseguró y el reloj marcaba el mediodía. Sonrió. Encendió la luz. Miró por la ventana. La gente se movía de un lado a otro, llevada sin remedio por la histeria. Bajó a la calle y encontró a los cuatro jinetes amenazando, los pasadizos al infierno abiertos en cada esquina, el fuego ondeando… Una sonrisa se dibujó en su cara al comprender que el ultimátum de encontrarla se cumplía.