miércoles, 17 de septiembre de 2008

Papá cuéntame otra vez...

En un concierto, el cantautor calificaba esta canción de "bronca generacional"... Se me ha quedado metida en la cabeza. La he vuelto a escuchar ahora, años después de hacerlo por primera vez, cuando este hombre solo merece mi respeto por lo que hizo, por lo que quería hacer y no por lo que se fue convirtiendo... aún así, este disco (Atrapados en azul) tiene canciones geniales, entre ellas mi favorita (Un muerto encierras, que podría ser un cuento, cumple casi todas las reglas) y esta:

Papá cuéntame otra vez ese cuento tan bonito
de gendarmes y fascistas, y estudiantes con flequillo,
y dulce guerrilla urbana en pantalones de campana,
y canciones de los Rolling, y niñas en minifalda.
Papá cuéntame otra vez todo lo que os divertisteis
estropeando la vejez a oxidados dictadores,
y cómo cantaste Al Vent y ocupasteis la Sorbona
en aquel mayo francés en los días de vino y rosas.
Papá cuéntame otra vez esa historia tan bonita
de aquel guerrillero loco que mataron en Bolivia,
y cuyo fusil ya nadie se atrevió a tomar de nuevo,
y como desde aquel día todo parece más feo.
Papá cuéntame otra vez que tras tanta barricada
y tras tanto puño en alto y tanta sangre derramada,
al final de la partida no pudisteis hacer nada,
y bajo los adoquines no había arena de playa.
Fue muy dura la derrota: todo lo que se soñaba
se pudrió en los rincones, se cubrió de telarañas,
y ya nadie canta Al Vent, ya no hay locos ya no hay parias,
pero tiene que llover aún sigue sucia la plaza.
Queda lejos aquel mayo, queda lejos Saint Denis,
que lejos queda Jean Paul Sartre, muy lejos aquel París,
sin embargo a veces pienso que al final todo dio igual:
las ostias siguen cayendo sobre quien habla de más.
Y siguen los mismos muertos podridos de crueldad.
Ahora mueren en Bosnia los que morían en Vietnam.
Ahora mueren en Bosnia los que morían en Vietnam.
Ahora mueren en Bosnia los que morían en Vietnam.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

Ahora, así.

En una facultad. Ni siquiera sé qué hora es. El reloj de este ordenador no va. Mi móvil sin batería. Y mi mente absolutamente distraida.

Aquí, deseando volar, escapar, huir incluso. La felicidad a veces nos ahoga como la mayor de las angustias. A los momentos más atrayentemente perfectos somos capaces de encontrarle una malformación negativa. La imperfección debería animarnos a limar lo que ya es bastante bueno. Los pequeños obstáculos deberían ser, sin más, una manera de incentivar y de mejorar lo que ya tenemos... o podríamos tener.

Ayer, intentando animar a una amiga en época de exámenes y de semicrisis amorosa... le decía un frase-cita (maravilloso el lenguaje) de Confucio: Si el problema no tiene solución para qué preocuparse, y si la tiene, para qué preocuparse. Vale lo confieso, lo leí en uno de esos sobrecillos de azúcar, pero porqué no va a estar ahí la respuesta a todo. Realmente, en cualquier sitio puedes sentir la inspiración para entender el modo de resolver tu vida.

Lo mejor de todo es que mi vida no está resuelta, y amén. Que así sea muchísimo tiempo. Disfruto haciendo y deshaciendo, me llegará pronto la hora de decidir hacia dónde dirigirme y qué camino es incompatible. Por ahora, mi mente ocupada en trivialidades tan exquisitas como cenas maravillosas en terrazas estupendas con mejor compañía.

Me encantó mi pequeña escapada de finales de agosto, y lo de menos fue conocer a mi anfitrión en Roma. Conocí a una gran amiga... y dios, cómo la admiro desde aquello.
Me apasiona descubrir cada día que pasa que tengo una "mitad" incondicional, a pesar de la distancia que pueda empezar a haber.
Estoy orgullosa de estar aquí, de haber sido capaz de empezar de nuevo (aunque lleve unos días un poco confusa), de tener agallas de preparar el viaje a Roma, de luchar y pelear por tener la vida que quiero...