Recibir un agradecimiento inmerecido te hace pensar. Puede ser que, de vez en cuando, todo el mundo necesite agradecer su propio trabajo a los demás como un modo de redimirse. Saber que aunque los demás no estuviesen harías lo mismo tiene que crear un sentimiento de vacío, por eso, en cuanto tenemos la oportunidad, descargamos nuestro esfuerzo y lo repartimos entre los que están cerca. Para los que están cerca eso es más de lo que hubiesen esperado. Para ellos significa saberse dentro e involucrarse, solo piensan que realmente son necesarios.
Ese reconocimiento fue, sin embargo, una merecida mención a un esfuerzo que existe, del que somos conscientes todos los que la vemos. Que no solo es un esfuerzo físico, es un compromiso absoluto. Es un esfuerzo moral. La convicción de que ese es el camino, de estar siempre fiel al camino que has escogido y que tu vida esté girando casi por completo en torno a eso. Me quitaría el sombrero si lo tuviese. Porque en estos casos la admiración no es por lo que se consigue (que los premios son solo su reconocimiento personal, y la fuerza para seguir) sino que viene por la entereza, por la fuerza de las ideas, por la defensa aférrima de unos principios, por la continuidad y por encomendar su vida a un esfuerzo máximo, rechazando cuantos placeres la alejen de estos objetivos.
[Evidentemente, la foto no se corresponde con ese día...
Pero este día también fue admirable, ahí se ve]
PD: En Lucena, el 28 de Febrero 2008, se llevó a cabo una entrega de Banderas en la Biblioteca Municipal, en reconocimiento al esfuerzo de personas e instituciones... Ella: Bandera al Deporte.